Muchas madres y padres se confunden al intentar comprender y comunicarse con su hija o hijo adolescente. Recuerdo las charlas con Sofy, una adolescente de casi 17 años contándome sus días así como el vaivén de sus emociones.
Ella charlaba sobre la sensación de sentirse confundida algunos días, algunos otros días con el sentimiento de no querer hacer nada, otros más con ganas de contarle a todo el mundo sobre el interés personal por la física cuántica.
Nuestras charlas vertían entre el éxtasis y la nostalgia. La verdad, es que comprender los ritmos emocionales de las y los adolescentes es un arte que involucra mucha paciencia.
Su mamá, una señora con todo el amor hacia su hija, estaba preocupada por comprenderla.
Y es que en realidad muchas madres y padres tienen la intención de escuchar, pero la ansiedad en esta etapa se juega en ambas partes, tanto las madres/padres y los adolescentes.
Los factores pueden ser muchos, quizá la propia historia personal, las emociones de la propia adolescencia, el sincero sentir de no saber cómo comunicarse, todo eso pareciera jugarnos en contra.
Tanto Sofy y su mamá querían comunicarse, ambas con un genuino problema de no saber cómo. La adolescencia no ayudaba mucho, aunque ambas se querían y tenían las herramientas intelectuales para hacerlo, las vertientes emocionales y cambiantes en esta etapa, hacían más difícil dicha interacción.
La arquitectura cerebral y el arte de la comunicación
La adolescencia es un periodo de cambio en la conexión cerebral.
La etapa adolescente es un periodo sensible para el desarrollo del cerebro. Tanto la arquitectura como sus funciones están en un proceso de transición, preparándose para la vida adulta.
La parte superior frontal del cerebro (cortexa prefrotal) no ha madurado. Eso explica porque el adolescente toma decisiones rápidas, impulsivas, influidas por el grupo de pares y las emociones y hormonas que están presentes.
Las y los adolescentes están sensibles a la dopamina (hormona relacionada a las emociones), eso involucra la importancia del reconocimiento social.
La dopamina ayuda a patrones y conducta motoras. Este proceso es esperado y necesario para que sé alisten a la vida adulta, apoyados por la sociedad, el grupo de educadoras y educadores. (Barbeito, 2020).
En todo este proceso impacta directamente la comunicación entre las madres, padres y sus adolescentes.
Para el especialista en familia y pareja Antonio Rios (2020), para las madres y padres, hay tres maneras de comunicarse con ellas y ellos:
- Comunicación afectiva (afectos). Cuando el adolescente quiere comunicarse sobre su día en la hora más inapropiada y cuando uno se encuentra cansado. En este tiempo es importante no preocuparse y seguir escuchando su actividad, escuchando con atención, sin entrometerse en la comunicación para no cerrarse. Podemos decir, “no me digas”, “anda”, “vemos” es ahora y en este momento. No corregir si está mal, solo escuchar lo que está sucediendo.
- Comunicación efectiva. Cuando los adultos quieren comunicarse. En este momento las y los adolescentes se ponen en modo pasivo. Hay resistencia pasiva, con una negación utilizando el lenguaje no verbal. Aquí los padres tienen que ser breves y muy concisos en sus mensajes.
- Comunicación superficial. La que más hay que utilizar. Hablemos de moda, la música, de los videos y de la vida de los otros. Hablemos de los cotidiano y la superficial en los 5 años de la adolescencia.
Comprender qué sucede y qué podemos hacer con las emociones y tener comunicaciones claras, concretas y precisas, quizá ayude a que el grupo de adultos no sintamos tanta angustia por entenderlos.