El estrés infantil no es un juego.

En los últimos años la palabra estrés ha tomado un papel importante en la vida de las personas. Todos los días estamos sometidos a estímulos que nos generan tensión, ya sea por las exigencias laborales, por no tener empleo, por los gastos familiares, por el tráfico, etc.

El estrés no es algo completamente negativo. Los teóricos han definido tres tipos de estrés: el positivo, el tolerable y el tóxico. El primero, es el que vivimos todos los días y que no tiene mayor afectación en la persona, desaparece en muy poco tiempo. Incluso podemos decir que ayuda a que las personas cumplan con sus compromisos. El segundo, es el estrés tolerable originado por eventos intensos como un desastre natural, la pérdida de un familiar o persona importante. La recuperación de este tipo de estrés requiere un poco más de tiempo. En estos casos el acompañamiento de una red de apoyo (la familia, por ejemplo) es muy importante.

El tercer tipo de estrés requiere especial atención. Frecuentemente está originado por acontecimientos intensos y repetitivos que no permiten la recuperación de la persona.  Por lo tanto, puede tener consecuencias graves en el área emocional, física y cognitiva; que en casos extremos puede generar trauma.

Estrés infantil

El estrés no es exclusivo del mundo de los adultos, niñas y niños están sometidos a estímulos estresantes. Es grave la poca importancia que le dan las personas adultas minimizando o pensando que no viven estrés.

Sus efectos durante la infancia son mucho más graves que en la etapa adulta. Es el momento en el que se forma la estructura cerebral que servirá como base para el desarrollo de habilidades, por ejemplo para lectura y operaciones matemáticas. También, cuando se desarrollan las habilidades sociales que les permiten gradualmente ampliar su red de apoyo y en la vida adulta establecer relaciones sanas.

Los adultos tenemos un papel sumamente importante en evitar que el estrés se vuelva tóxico. Es de vital importancia acompañar a las niñas y los niños a manejar las emociones producidas por los estímulos estresantes. Tanto los propios del desarrollo o aquellos que se escapan de nuestras manos. También generar espacios que garanticen la seguridad emocional y física de niñas y niños.

Las afectaciones durante el desarrollo frecuentemente se observan en la vida adulta. Si no hay alguna intervención repercutirá de distintas maneras. Por ello, es primordial prevenir estos efectos para garantizar el óptimo ejercicio de los derechos de la niñez.

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