Al acompañar un programa de atención familiar en Guatemala, vistamos una familia Maya compuesta por el papá y cuatro hijos, sus edades oscilaban entre los 5 y 16 años. Nos encontrábamos en una sesión dirigida por una trabajadora social que tenía alrededor de unos 23 años.
La profesional tenía la intención de enseñar lenguaje emocional a través de una ruleta de las emociones a los miembros de la familia.
El padre sentado en una silla modesta prestaba atención, alrededor se encontraban sus tres hijos más jóvenes. La profesional jugaba con la familia mostrando mucho interés y cercanía, ella intentaba poner nombre a las emociones y trataba de conectarlo a su lenguaje familiar. Se notaba el esfuerzo de la familia por comprender el mundo de las emociones.
La casa estaba ubicada en un cantón (grupo de casitas encima de una loma) construida con materiales sencillos. En el patio había un gran fogón calentando café, el cual aromatizaba todo el hogar y hacía de aquella, una experiencia única. En aquella visita había muchos detalles, el espacio, el liderazgo de la trabajadora social y la respuesta de la familia al comprender la intención de la visita hacían una experiencia de aprendizaje.
¿Qué retos hay en este encuentro?, ¿Dónde está ubicada la sencillez de la familia, el lenguaje Maya conectado a las emociones y la dinámica familiar junto a la visitadora familiar?
El visitador o visitadora entran al territorio de la familia
Cuando un o una profesional de la atención familiar centrado en el hogar con un enfoque sistémico, brinda una mano a la familia y reconoce al hogar como un espacio único, la familia lo adopta temporalmente como parte del sistema familiar.
Los equipos profesionales tienen la oportunidad de observar el ambiente natural de la familia, su dinámica, los recursos con los que cuenta dentro y fuera y las habilidades protección que hay en ella. Todos estos elementos son insumos importantes en la devolución y fortalecimiento de cada miembro de la familia.
Se recomienda que los programas de atención sean acompañamientos intensivos, con una temporalidad breve (entre 6 semanas a 6 meses) y ubicados en el propio territorio de la familia (su hogar).
Es necesario evitar hablar con palabras raras como diagnósticos y técnicas de intervención que colocan a la familia en una posición menor a la del profesional y solo generan confusión.
La co – construcción de un lenguaje emocional entre los miembros mejora su propio lenguaje familiar. El o la profesional tiene que aprender y escuchar un lenguaje que conecte con la familia que atiende para una comunicación significativa a la experiencia (Minuchin, 2000).
Existen instituciones que abusan de familias que tienen pocos recursos económicos y emocionales (pobreza social), porque hay una serie de supuestos hacia estas personas. Hoy sabemos que este tipo de intervención fomenta desigualdad y permite que las familias permanezcan en ciclos de marginación y vulnerabilidad (violencia estructural).
Las investigaciones hacia programas de atención familiar centrados en el hogar sugieren un éxito del 70% al 90 % debido a la intensidad, el acompañamiento, la figura del visitador o visitadora y la ampliación de las fortalezas familiares al propio territorio (Berry, 1985).
El supuesto de respetar a las “familias y su hogar” supone un ambiente seguro en el que cada uno de sus integrantes no siente algún tipo de amenaza y permite máximo potencial de su desarrollo.
El trabajo del equipo profesional, es primero “ser parte de la familia” antes de comenzar algún cambio, aprendiendo su lenguaje emocional, la comprensión de su pintura familiar que los representa y el trabajo de conectarlos entre la propia familia, así como no causar más exclusión.
Bibliografía
Minuchin, S. (2000). Pobreza, institución y familia. Amorrortu.
Minuchin, S. (1997) Terapia familiar estructural. https://youtu.be/Y6_fHBbe-IQ