Recuerdo un padre compartiendo esta anécdota con su hija de dos años: “una tarde yo le enseñé los números en alemán. Al otro día me sorprendí de escucharla pronunciar y recordarlos sin mi ayuda”.
¿Qué ideas tenemos sobre los bebés y sobre sus capacidades ?
Las narraciones cotidianas enfatizan a estos seres como bonitos, pero irracionales, imperfectos y egocéntricos. Para Alison Gopnik reconocida investigadora y psicóloga cognitiva, un bebé es un ser genuino interesado en las relaciones sociales, en el aprendizaje y la exploración de su mundo. Un recién nacido con segundos de vida, abre la boca con la intensión o meta de satisfacer la necesidad biológica de alimentase. Este comportamiento, que pareciera rudimentario, es en realidad una decisión dirigida a relacionarse con su madre a través de este acto. Los bebés todo el tiempo están tomando decisiones.
Un bebé con apenas 14 meses puede ser solidario y con 18 mostrar su empatía. A los dos años puede dialogar con sus padres sobre si los animales y las plantas sienten dolor. O preguntarle a sus cuidadores “¿te duele?, ¿te sobo?”. En estos ejemplos, ¿dónde observamos lo irracional o lo egocéntrico?
El bebé en un proceso dual
Los hallazgos en infancia temprana brindan una concepción del bebé como un ser diseñado para vincularse y explorar. El bebé está en un proceso paralelo de crecimiento junto con su madre o cuidadores significativos quienes se enfrentan a las nuevas habilidades de cuidar, enseñar y comprender.
Para Winnicott –psicoanalista infantil- reconoce en sus trabajos pediátricos “la importancia del adulto cuidador para él bebé, cuando la dependencia es casi absoluta, es tal que no podemos describir al bebé sin describir a la madre mismo tiempo”.
En conclusión, cuando nos referimos al “bebé” hablamos del proceso dual que hay con el cuidador que brinda sostén a la práctica de la exploración y la interpretación del mundo. Como el padre que enseña a una niña pequeña un idioma para vincularse a su ambiente.