“Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo; hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos”Jorge Luis Borges.

Los libros, objetos silentes y pacientes, desconocidos para unos y tan familiares para otros, por montones o de uno en uno, en el aula o en las bibliotecas más hermosas y plenas; han sido vetados, ocultos, desperdiciados y destruidos; en torno a ellos siempre ha existido cierta clase de misticismo, resistencia y amor. 

Su historia nos habla de que los monasterios los vieron nacer a manos de monjes doctos en la caligrafía y cierta clase de conocimiento, posteriormente, la imprenta trajo a la vida el primer libro impreso: La Biblia, y con ello las élites dejaron de ser quienes concentraban el conocimiento hecho papel.

Y es que, a pesar de todo, necesariamente los libros dependen de quien los mire, defienda, lea, ame o deteste, incluso si su relevancia se llega a cuestionar.

Los libros, parte de nuestro entorno

Los libros no son meramente elementos exclusivos de los ambientes de aprendizaje donde se encuentran niños, niñas, jóvenes y adolescentes, habrá que reflexionar que no solo las aulas son contextos de aprendizaje, sino que el hogar mismo es un sitio donde el proceso educativo está en marcha de manera constante. 

En este sentido es completamente necesario reflexionar, no solo acerca de la existencia de los libros en el hogar como objetos que provienen exclusivamente del entorno escolar.

Es importante entender que los libros también deben ser elementos de existencia recurrente en el hogar, no solamente porque este será el primer contacto que niños y niñas tendrán con material específico para el aprendizaje, sino porque en lo posterior, esto permitirá que se interesen por espacios de cultura como librerías con acceso a lectura gratuita y bibliotecas públicas.

Finalmente, es necesario visibilizar que no solo es tarea de los ambientes escolares, proporcionar materiales para el desarrollo intelectual de niños, niñas y adolescentes, sino que, en gran medida, la responsabilidad también debe ser asumida desde el hogar y por los cuidadores.

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