La primera vez que escuché que había un día internacional para celebrar la felicidad, me pareció un tanto absurdo; ¿por qué tener un día para celebrar lo que todos los días estamos buscando?, o ¿acaso no es nuestra más grande prioridad? Después de reflexionarlo con más calma y de analizar algunos datos comprendí el sentido de celebrarlo.

La Asamblea General de la ONU decretó (en la resolución 66/281 de 2012) que el 20 de marzo se celebrase el Día Internacional de la Felicidad. Proponiendo realizar anualmente un análisis extenso y riguroso con la participación de investigadores y académicos de los niveles de felicidad global.

En 2019, México ocupó el lugar 23, entre 156 países, en el ranking internacional del Informe Mundial de la Felicidad. Parece ser un buen lugar, pero no nos entusiasmemos tanto, el puntaje apenas llego al 6.6 de un total de 10, en otras palabras “pasamos de panzazo”.

El estudio considera indicadores muy claros y específicos que científicamente se han comprobado contribuyen al bienestar y felicidad de los seres humanos. Son más que meras ilusiones o sueños guajiros, son aspiraciones universales entre las que se incluye el nivel de ingreso, la expectativa de vida sana, las relaciones sociales, la libertad, confianza, generosidad y la ausencia de corrupción.

¿Depende sólo de nosotros?

¡Hasta cierto grado sí!, sin embargo, hay factores que son responsabilidad del Estado, por ejemplo: incluir en las políticas de gobierno acciones para proteger nuestro entorno, poner fin a la pobreza y reducir la desigualdad. A cada quien nos toca tener una actitud que permita nuestro mayor potencial. Si hablamos de nivel de ingreso, es verdad que el Estado debe cuidar la generación de las fuentes de empleo, garantizar las condiciones para las inversiones y el pleno goce del derecho a la educación pero a cada uno nos toca prepararnos para aspirar a mejores ingresos. En cuanto a la vida sana, el Estado debe brindar servicios de salud de calidad y tener cobertura en todo el territorio, a nosotros nos toca tener hábitos que contribuyan a la buena salud y eliminar las costumbres dañinas.

Entonces, ser felices es una responsabilidad compartida, en la persona es resultado de la actitud que se asume ante la vida; la responsabilidad del Gobierno es poner a la persona y su bienestar en el centro de las políticas públicas. ¡Urge! para toda la humanidad, ¡urge para mexicanas y mexicanos! Así que… ¡seamos felices!

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