“Después vinieron otros; pero estos últimos eran los peores. […] con gente aguantadora y entrona;[…] revueltos con indios tepehuanes: Unos indios mechudos, acostumbrados a no comer en muchos días y que a veces se estaban horas enteras espiándolo a uno con el ojo fijo sin parpadear[…]”
Juan Rulfo, “El llano en llamas”
Hoy día hablamos de diversidad, de la importancia de mirar a otros mundos, pero sobre todo observar desde la lente del respeto y la inclusión. Cuesta creer que apenas hace unas décadas esa mirada era un punto ciego, pues todo lo válido remitía a los cánones de lo social, estética y económicamente aceptado. La “otredad” (el papel de los otros fuera de aquellos moldes) ni si quiera aparecía, y de ser visible, la connotación tendía a algo menos que la anormalidad.
Afortunadamente, las mentalidades van cambiando, entendemos que los cuerpos, las preferencias, creencias, y afecciones distintas son algo inherente a nuestra especie. La forma en que nos identificamos, definimos y adscribimos a ciertos grupos, nos dan un lugar peculiar en las esferas en que nos movemos. El camino no ha sido fácil, todavía hay mucho por aprender y desaprender, porque el trayecto no ha sido el mismo para quienes han clamado por ser visibles desde la diversidad.
Si hablamos de una lucha que históricamente sobresale por la resistencia, es la lucha de los pueblos indígenas. En Latinoamérica es una característica que define social y culturalmente la región.
A detalle…
México es un país cuyo retrato se hace de muchos colores y texturas que nos hacen herederos del mestizaje. Contrariamente, los pueblos indígenas en México han sido sujetos de muchas atrocidades, que si miramos detenidamente han existido desde la colonia española. Sus creencias, modos de vida, producciones culturales, fueron amoldadas, desaparecidas y castigadas; basta mirar las ordenanzas y la destrucción de los cultos indígenas durante la Colonia.
Si continuamos el recorrido histórico casos como el EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional), fueron una poderosa llamada de atención, cuya consigna clamaba visibilidad frente a los abusos ejercidos en los pueblos indígenas del sur del país, pero en realidad estos eran comunes en el país.
El día de los pueblos indígenas, no se trata de una fiesta de folklor o colorido, como es común atribuir a los grupos indígenas. La fecha es más bien una oportunidad de conmemorar y reflexionar sobre la conciencia respecto al lugar que, desde el Estado junto con la sociedad, damos a los indígenas.
Pensemos de este modo: El folklor y el color, nunca son fortuitos, hay “hacedores” y espectadores de ello, entonces ¿Dónde situarnos?