Enfrentar las pérdidas juntos

Cuando una niña o niño pierde a una persona cercana suele tener un impacto significativo en su vida e implicar muchos cambios. Si es su primera pérdida, además de ser doloroso, puede traer múltiples miedos sobre la pérdida de otras personas cercanas, o incluso enfrentarle con su propia mortalidad. Cuando ya han vivido otras pérdidas, existe el riesgo de evocar emociones relacionadas con este evento, por lo que la intensidad de la emoción puede aumentar o no ser proporcional a lo sucedido. Aun cuando cada niña o niño enfrentará la pérdida a su manera, es importante que como cuidadores tomemos en cuenta el valor de nuestro vínculo con ellos y lo mucho que podemos ayudarles durante este difícil proceso. En este artículo exploraremos algunas recomendaciones para que lidiar con algo tan complejo sea posible.

Reconoce la pérdida

Muchas veces hablar sobre las pérdidas nos parece tan doloroso que preferimos ignorarlas. Pero este es un dolor que necesitamos sentir para poder procesarlo. Si evitamos hablar de la persona o pretendemos que no pasó nada, puede ser confuso y doloroso para los niños. Las pérdidas y las emociones que estas evocan necesitan ser reconocidas y validadas. Es importante nunca minimizar la situación y acompañarlos en dimensionar el impacto que esta pérdida tendrá en su día a día. Esto nos ayudará a comprender lo que sienten.

Habla con la verdad

Hablar con los niños de manera honesta sobre la muerte puede ser un paso adelante cuando nos enfrentamos con una pérdida personal. Si no hemos tenido la oportunidad de hacerlo, es importante que consideremos el nivel de entendimiento que tiene cada uno acerca de lo que significa morir. Muchos niños creen que es similar a dormir o viajar y aún no queda claro el carácter definitivo de la pérdida. Es importante hablar con ellos sobre esto, adaptando la conversación de acuerdo a su edad y evitando dar detalles que puedan ser demasiado impactantes. Si mentimos para amortiguar logramos lo contrario: confusión, culpa y desconfianza.

Escúchale

Abrir una conversación sobre lo que sienten y lo que creen que pasó es indispensable. Algunos niños pueden creer que hicieron algo malo y eso fue lo que provocó la pérdida. Necesitamos recibir estas ideas con la seriedad que se merecen y ser claros al refutarlas. Por muy problemática que pueda ser una conducta, nunca debemos utilizar estas ideas para influir en sus comportamientos.

Cuida tu propio duelo

Algunos cuidadores se enfocan únicamente en el duelo de los más pequeños y parecen poner el suyo en pausa, creyendo que esto es lo mejor para los demás. Sin embargo, los niños se dan cuenta cuando no estamos bien y esto puede causar mucha angustia. Es importante ser congruentes y cuidar nuestra salud mental, esto servirá también como ejemplo para ellos, propiciando el auto-cuidado.

Comparte lo vivido

Las pérdidas también evocan memorias, muchas de ellas pueden hacernos sentir abrumados si las repasamos solos. Compartir recuerdos y pensamientos sobre la persona fallecida puede ayudar a toda la familia y ser una forma de fortalecer los vínculos. Incluso, hablar de eventos que no fueron necesariamente positivos puede ayudarnos a lidiar con las emociones que surjan de estos.

Trabajar con estas emociones es complejo, pero necesario. En momentos como este es cuando los niños necesitan más de nuestra presencia, paciencia y comprensión. El consuelo emocional es parte esencial de este proceso y los cuidadores primarios serán los más indicados para brindarlo.  Esperamos estas recomendaciones sean útiles, recuerda que no hay cuidadores perfectos, pero siempre hay lugar para aprender, nuestro aprendizaje se verá reflejado en niños más sanos y seguros.

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