Las relaciones tempranas: escultoras del cerebro

Hoy en día múltiples estudios han relacionado las experiencias tempranas con dificultades en la edad adulta. Sabemos que las relaciones y experiencias durante la infancia temprana son clave para el desarrollo, pero ¿por qué sucede esto? En este artículo exploraremos algunos datos que nos permitan entender la importancia del cuidado sensible y la urgencia por atender a la primera infancia como la etapa con mayor potencial.

Adaptarse para sobrevivir

Los seres humanos nos desarrollamos en interacción con otros. Necesitamos de relaciones cercanas para adaptarnos al contexto en el que nacemos. Algunas veces los cuidadores creen que la falta de lenguaje formal o movilidad les impide interactuar con el bebé, sin embargo, están interactuando todo el tiempo. El bebé hará todo lo posible por conectar con ellos y las conductas de ambos influirán en cómo aprenden a relacionarse. Esta misma capacidad adaptativa permite que el ambiente tenga un papel protagónico en la formación del cerebro, pudiendo influir incluso en la programación genética.

Lo biológico y lo aprendido

Al nacer los bebés tienen un material genético predispuesto. Sin embargo, la programación de este material estará en desarrollo de manera más activa entrados los diez meses. Esto quiere decir que hay un mayor desarrollo del cerebro durante los primeros dos años que dentro del útero. Aunque los genes ya estén listos para activarse, el ambiente tendrá un impacto sobre ellos. Las experiencias y relaciones tempranas estructurarán el cerebro.

Relaciones tempranas

Durante los primeros años, el bebé está conociendo el mundo; un contexto complejo lleno de reglas y procedimientos, donde el cuidador funge como traductor de las experiencias. Dependiendo de las figuras cercanas y los estímulos, ciertos circuitos del cerebro se desarrollarán y otros no. Durante esta etapa, la relación con cuidadores primarios será vital para la supervivencia. Esta relación logra que el potencial tanto biológico como social que ya tiene sea descubierto y se desarrolle, hasta aprender a usarlo óptimamente. Para lograr esto, un cuidado sensible y receptivo es esencial.

Ambientes inseguros

Nuestra adaptación está estrechamente ligada con las amenazas del medio ambiente. El cerebro buscará encontrar un equilibrio y lograr la supervivencia. Para muchos niños la dificultad yace en que las personas amenazantes son también los responsables de su cuidado. Un ambiente cargado de estrés e inestabilidad tendrá un efecto negativo en el desarrollo del bebé y puede llevar a ajustes fisiológicos y psicológicos que tendrán un costo muy alto a largo plazo.

Si durante esta etapa el bebé recibe estímulos enriquecedores y respuestas sensibles, cargadas de una afectividad positiva, es muy probable que más adelante sea capaz de valorarse adecuadamente, explorar el mundo con mayor seguridad y poder empatizar con otros. Ser cuidados nos empodera, brinda una seguridad intrínseca que nos permite cuidarnos y cuidar de otros. Como sociedad, es necesario compartir esta responsabilidad y resguardar el bienestar de los más pequeños, Asegurémonos de que nuestra contribución como cuidadores y profesionales sea la más beneficiosa para ellos.

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