Intervención educativa–terapéutica para conectar con población afectada por la violencia

Una intervención para población que ha estado expuesta constantemente a violencia, abuso, pobreza o exclusión requiere de más elementos específicos para su recuperación. En Fundación Juconi México hablamos de hacer intervención educativa-terapéutica. Para explicar este tipo de intervención quizá sea necesario distinguir algunas características de las intervenciones más comunes:

  • Psicoterapéutica: Tratamiento aplicado por un profesional de la salud capacitado y avalado por una comunidad o institución científica, en un espacio específico donde se aplica una técnica especializada.

La psicoterapia, en algunos enfoques, busca un nivel profundo de entendimiento sobre sí mismo, bajo el supuesto que esto provocará el cambio. En otros, la atención se pone sobre la conducta o a los procesos de pensamientos que generan determinadas conductas que se desean cambiar. Otros más profundizan en las relaciones interpersonales y cómo estas influyen en el desempeño de roles específicos que conllevan conductas no deseables. El nivel de profundidad se define a través de la “raíz” del problema concluido por cada enfoque y las acciones necesarias para la sanación o el cambio de acuerdo a ellas. Generalmente, se lleva a cabo en un consultorio, una sala de terapia o cámara bidireccional.

  • Educativa: Acción intencional para la realización de acciones que conducen al logro del desarrollo integral del educando.

La intervención educativa se centra en los procesos de enseñanza aprendizaje, por lo que la profundidad a la que llega es a la adquisición de conocimiento, así como al desarrollo de hábitos y habilidades. Generalmente se da en espacios como las escuelas particularmente en las aulas.

Educativa-terapéutica

En Juconi, trabajamos sobre una atención que tenga efectos terapéuticos además de ser educativa, por ello la nombramos educativa-terapéutica, la definimos de la siguiente manera:

Conjunto estructurado de intervenciones y estrategias educativas, psicológicas y lúdicas que tienen el propósito específico acompañar, a través de una relación segura. Busca ayudar a comprender las experiencias de vida, desarrollar su autoestima y bienestar emocional y construir relaciones saludables. Que permitan reajustar sus respuestas al estrés y sustituir las estrategias de adaptación dañinas con respuestas más efectivas.

Cuando hablamos de relación terapéutica segura, nos referimos al desarrollo de un vínculo funcional entre la población que se atiende y los integrantes del equipo de trabajo. La relación segura es una interacción, entre las niñas, los niños, sus familias y las personas que brindan el servicio, basada en respeto, la confianza y la calidez construida por medio de la constancia, la certeza, la predictibilidad y la aceptación de las personas, sin mostrar juicios hacia ellas, no obstante, nombrando las conductas que han causado daño. Donde todas las personas tienen un grado de responsabilidad y disponibilidad, de acuerdo a su nivel de desarrollo cognitivo-emocional y las circunstancias en que están interactuando.

La relación positiva, confiable y permanente es difícil de lograr, pues esta población experimenta una gran desconfianza hacia los programas de atención. Es probable que hayan tenido experiencias previas en donde no hubo respuesta a sus necesidades, o recibieron juicios condenatorios por las conductas realizadas. Para la Fundación el papel que juega la relación es crucial para lograr el éxito de la intervención. Brindar una atención educativo-terapéutica requiere de una relación empática y de aceptación incondicional. Así mismo, se entiende como una intervención de mediano a largo plazo, ya que construir este tipo de relaciones es una labor que requiere de tiempo.

El espacio y persona de intervención

Este tipo de intervención se tiene presente durante las interacciones por parte de todas las personas involucradas en la atención. Y está presente en los distintos espacios donde se dé, es decir, no se ciñe a un consultorio o aula. También, requiere personal con un perfil que va más allá de estar académicamente calificado. La experiencia de la Fundación demuestra que el personal debe ser seleccionado por su habilidad para conectarse con las personas. Se apoya por supervisores que proporcionan tutoría y capacitación para el trabajo dentro de un marco teórico-metodológico específico propuesto por la organización. De esta manera, se logra que sean altamente eficaces en la planeación, el diseño y la práctica de actividades con intención educativo-terapéutica.

Se puede deducir que resulta indispensable que el personal perdure y se mantenga estable a lo largo del tiempo. La “herramienta” fundamental para la intervención que se realiza es el o la profesional. A partir de con sus competencias y capacidades, permite promueve y asegurar que se genere o se reconduzca hacia un proceso de desarrollo saludable.

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