¿Te imaginas ser arrestado solo por tu apariencia? o ¿no poder tomar de la mano a tu pareja por miedo a ser atacados? Para muchos la discriminación es un problema cotidiano que repercute en múltiples aspectos de su vida, por lo tanto, entender por qué discriminamos es un reto complejo, pero sin duda, necesario.
El cerebro es un órgano de supervivencia, nuestros ancestros nos heredaron un sistema equipado para resguardar la integridad, incluso sin darnos cuenta. En su afán por protegernos, el cerebro simplifica la cantidad masiva de información que recibe ordenándola en categorías, lo que nos lleva a formar estereotipos. Los estereotipos son creencias generalizadas con respecto a un grupo específico que pueden ser tanto positivas como negativas. A partir de ellos hacemos juicios negativos sobre algunas personas sin realmente conocerlos, a estos se les conoce como prejuicios.
Cuando combinamos las creencias estereotipadas, los prejuicios y las emociones podemos caer en acciones discriminatorias. La discriminación implica actuar de manera injusta, impidiendo que las personas que consideramos parte de cierto grupo tengan igualdad de derechos, ya sea por su género, etnia, apariencia, orientación sexual, religión, entre otras características.
Los efectos de la discriminación
Desde la falta de oportunidades laborales hasta el riesgo de perder la vida en un crimen de odio, la discriminación es una amenaza para el individuo y la sociedad. Actualmente, sabemos del vínculo causal entre la discriminación y problemas como exclusión, alienación, malestar psicológico, uso de sustancias nocivas y conductas de riesgo. Estos hallazgos nos permiten ver la gravedad del problema y resaltar la importancia de hacer frente a la discriminación.
Es cierto que categorizar es natural, sin embargo, los valores que ponemos en cada categoría son aprendidos desde la infancia, con nuestra familia, pares y figuras de autoridad, influenciados por un sistema social acostumbrado a brindar valor a ciertas características mientras invisibiliza y rechaza lo diferente.
Para combatir la discriminación debemos empezar por nosotros, reconocer, nombrar y analizar nuestros prejuicios y acciones discriminatorias para aprender y educar a otros en el respeto a la diversidad. Es importante que lo practiquemos de manera constante, percatándonos de cómo nos referimos a otras personas, evidenciar cuando presenciamos discriminación y enseñando a otros a valorarse y valorar a otros más conscientemente. Reconocer la diversidad nos permite mantener canales abiertos de comunicación, aceptarnos y disminuir las ideas falsas que alimentan la discriminación.